sábado, 1 de junio de 2013

Lubricando mi cuarto.

Necesitaba que me lo hicieras saber, eran cosas muy estúpidas, hacerlo en tu presencia, pretender que te necesitaba, cuando estoy más que bien. Todas esas excusas que podrían asustarte, ahuyentarte, a veces yo misma me saco de quicio, sé que lo que hago está mal, pero me encanta hacerlo, ya sabes, esa horrible costumbre de mi adicción a la tristeza…

De nuevo, hace meses que no sabíamos de nuestra existencia, nuestra existencia como uno, nada de sentimientos, nada de verdad, nada de confianza, pero ambos disfrutábamos la compañía y todas esas cosas que acompañaban pláticas extensas… como nuestra primera cita, ya sabes… con cigarros, con cosas absurdas, con “escaparme” de casa…

Huir contigo, planear, alternativas… no importa.

Había pensado en tantas cosas para decirte, quizá debería buscar otro lugar para liberar mi mente, nadie que conozca mi persona debería leerme. Todo esto se llenó de peligros.

Los días se olvidarán, me subiré a lo alto de ese edificio, donde nadie me juzgará por haber hecho todas y cada una de esas travesuras, sólo me detengo a pensar en lo fácil que parece poder entrar, todo tan torcido, como esas imágenes borrosas y esos horribles viajes. Suelo.

Es hora de hacer silencio, como de costumbre me pasé de la hora y empecé con mis incoherencias que no deben salir de mi mente, todas las imágenes retorcidas que me hacen creer que es mi final…


Si no soy real, ¿cómo podría sentir algo?

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