No quería ni verlo, no quería escucharlo, no quería que se
acercara, que me tocara, no quería ni siquiera saber que estaba respirando, no
podía con nada de eso, simplemente lo quería lo más lejos posible de mí… en mis
venas no corría sangre, en mis venas corría decepción.
Toda mi vida crecí con la idea de que nada era real y por
fin, llegó, llegó el día en el que pensé que podría confiar, en el que creí que
al cerrar los ojos nada malo me podría suceder, no necesitaba más que un poco
de verdad para ser feliz, y fue como si me quitaras mi oxígeno, si rompieras
con mi razón, si causaras un desorden fuera de lo normal y eso que estaba
acostumbrada a los desordenes, generalmente era yo quien los causaba.
Mi razón resultó más importante que mi corazón.
Y cada que recordaba quien había sido, la peor sensación de
mi vida me recorría el cuerpo, sentirme helada e hirviendo por dentro,
colapsando en vida, honestamente sólo quería engraparle la frente…
Quizá maldigo demasiado.
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